Retos

La vida cambia. Nunca nos bañamos dos veces en las aguas de un mismo río. Heráclito

Ya estamos en el 2021 y, por suerte, despunta el “día después”, como lo hace el alba. La noche del Covid-19 nos ha dejado ante unos caminos que se bifurcan y ante los cuales hay que elegir, y hacerlo bien. O, visto de manera más dramática, como la elección entre la píldora roja y la píldora azul para escoger el destino del protagonista de Matrix. Tenemos todo un año por delante para decidir si tomar la píldora azul que nos permitirá olvidar lo sucedido y volver a una realidad confortable, o tomar la píldora roja y liberarnos de ella conduciéndonos al mundo real. 

Los que trabajamos de, por y para el sector de la cultura llevamos tiempo con esta sensación de vernos abocados constantemente a decisiones que condicionan nuestro propio destino (y de paso el de algunas personas más). Esa sensación de horizonte recortado por una niebla espesa se ha convertido en habitual. La cultura, perdón, el sector cultural funciona así, en constante cambio, como un vórtice sin cese de giro. El sector cultural es, por definición, dinámico y está expuesto a cambios y adaptaciones continuas, ante las cuales, el trabajador cultural, ha de adaptarse, y si se pretende bueno, anticiparse.

Ahora bien, y pensando ya en este 2021 que se nos abalanza tan abrumadora como esperanzadoramente, ¿cuáles son esos factores externos a los que tenemos que prestar atención? O, dicho de otra manera, ¿Qué retos deberían reclamar nuestra atención si queremos alinear con éxito nuestra dinámica profesional?

Estos son los que podrían, a nuestro juicio, ser más relevantes:

  • Reto medioambiental. No es un tema nuevo, pero sí uno de los que ha emergido con más fuerza en los últimos tiempos. Esa importancia se debe a su creciente carácter transversal. Es decir, no afecta exclusivamente al sector cultural, sino al conjunto de la sociedad y de los sectores económicos. Por eso el sector de la cultura no puede ponerse de perfil y ha de comprometerse sumando soluciones, tanto culturales, artísticas o de gestión, en la generación de un entorno de prosperidad más sostenible. Ese posible New Green Deal del que se habla también concierne a la cultura, y quien no lo entienda o lo entienda mal, pagará un precio por ello.
  • Reto ético y reputacional. Cuesta admitirlo desde dentro, pero el sector de la cultura, pese su amplitud y diversidad, no representa al conjunto de la sociedad. Amplias capas de la sociedad están desvinculadas, ya no solo como públicos o consumidores culturales sino simplemente como ciudadanos, de las problemáticas y realidades del sector cultural. Una fractura que tendencialmente no ha dejado de crecer y que urge subsanar. Por ello, que el sector ofrezca respuestas éticas a problemas propios o ajenos puede ayudar a restituir parte de la confianza perdida y a reconectar con capas más amplias de la sociedad. Temas como la igualdad, la inclusión social, la diversidad, la transparencia y su correlativa rendición de cuentas, etc… introducidos adecuadamente en la gestión y en la creación, son resortes de cambio a tener muy en cuenta para ampliar la base social sobre la que las actividades culturales asientan su legitimidad.
  • Reto económico. Este es un viejo conocido del que creemos saber mucho, pero al que nunca acabamos de conocer íntimamente. Por eso nos persigue sin conseguir desasirnos de él. El mundo que heredamos en 2021, es un mundo económicamente nuevo, y de manera particular para el hemisferio occidental. Se está produciendo una realineación de la riqueza, no sólo lateral, entre sectores productivos y geográficos, sino vertical, provocando mayores desigualdades. Por tanto, actuar como si estas dinámicas no existieran, sería un error de bulto totalmente evitable. Es cierto que esta escala macroeconómica se nos escapa mucho de nuestra esfera de responsabilidad. Como también es cierto que nuestra capacidad de planificación estratégica respecto a esta realidad es de nuestro exclusivo control. 
  • Reto de la innovación. Es paradójico que el sector cultural, cuya principal materia prima es la creatividad artística, de muestras de ser tan resiliente a los cambios y a la innovación. Y aunque quizá este sea un reto que afecta de manera desigual a diferentes contextos, es cierto que es un reto que incide directamente en el core del sector. Los éxitos culturales futuros dependen mucho de la capacidad actual de asumir riesgos en innovación de ideas, productos, modelos, lenguajes… y, todavía más importante, de consolidarlos. Aunque este esfuerzo es colectivo e interpela por igual a instituciones públicas, promotores, artistas y gestores, la predisposición al mismo es individual. Quizá ya sea el momento de menos resiliencia y de más riesgo e innovación.
  • Reto estético o generacional. Si el Comité Olímpico Internacional y otras organizaciones deportivas están empezando a cambiar su “percepción deportiva” para dar entrada a nuevos deportes o competiciones con el fin de sintonizar sus prácticas con los usos actuales, ¿por qué el sector cultural no podría hacer lo mismo con manifestaciones culturales hasta ahora no admitidas en el olimpo de las deidades artísticas y culturales? En definitiva, se trataría de asumir que nada volverá a ser como era, y mucho menos como deseamos, y abrir las puertas a unas nuevas realidades que nos conducirán a territorios desconocidos.

Todos estos retos no se agotan en si mismos y, sin duda, hay muchos más que se nos puedan escapar de nuestro radar. Estos que destacamos, relevantes como decíamos, son los que, a nuestro entender, afectan de un modo más profundo y de largo recorrido a la esfera cultural. Todos éstos no son nuevos pues ya estaban presentes antes de nuestra fatídica pandemia, y más aún lo estarán en los próximos meses o años. Son, por tanto, factores de cambio que inciden estructural y directamente sobre los planteamientos estratégicos que adoptemos.

Así, ahora que a lo largo del 2021 se espera que dobleguemos la pandemia, una mirada a la historia nos devuelve la lección de que el mundo en este tiempo de letargo poco ha cambiado en el fondo. En el marasmo de la parálisis de meses atrás era fácil pensar cada cual, desde su propia lectura, que mucho estábamos aprendiendo de la pandemia. Pero es un trampantojo. Cuando los historiadores hablen de este periodo en el futuro -decía Bill Gates-, dedicarán un tercio de su análisis a lo que hemos vivido hasta ahora. Los otros dos tercios corresponderán a lo que a partir de ahora seamos capaces de construir. La vacuna, la respuesta médica a la pandemia, es crucial. Es la que nos permitirá recobrar la vida social y lo que nos encanta denominar vagamente como “normalidad”. En ella concitamos nuestra esperanza. Sin embargo, las respuestas profundas que demos al desafío civilizacional que siempre supone una pandemia, más allá del trampantojo inicial, tendrán que ser de carácter cultural y social. 

Y en este sentido, el mundo de la cultura tiene mucho que aportar. De su capacidad de reaccionar, de la inteligencia de sus reacciones y propuestas, y de su actitud para participar de alguna manera en el diseño de un mundo nuevo, dependerá su razón de ser como sector. No decimos que la “cultura” deje de existir en el futuro y no lo afirmamos porque nunca en el pasado ha existido una sociedad sin cultura. Pero sí afirmamos que el sector cultural, como sector social, político y económico, apenas tiene una breve historia de décadas, apenas un par de siglos. Y si éste ha existido es porque ha demostrado su acomodo, su sentido, y su utilidad, “cultural” para unas sociedades modernas, casi a un modelo civilizatorio contemporáneo. Lo cual ha de seguir probando y reactualizando si quiere seguir existiendo en el futuro. 

No hay duda de que, frente a la pandemia, la sociedad, ya global, articulará en los próximos años una respuesta para superar la crisis actual. La respuesta puede ser involutiva y devolvernos nostálgicamente a las fórmulas del siglo XX, a lo conocido y experimentado. Lo que a nuestro entender sería una forma equivocada de cerrar (en falso) la crisis del Covid. Pero también podría apuntar algunas respuestas renovadoras que acojan y den cobertura al siguiente estirón de la humanidad. Esa es la elección, como en Matrix, o la pastilla azul o la pastilla roja.

Todo un año, como mínimo, por delante para conseguir acertar. ¡Suerte! Y disfrutad de la travesía.

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