En el fondo, siempre nos quedará Marte.

Mars Attacks de Tim Burton

Todo el mundo sabe algo de Marte: qué es, dónde está o cómo es. Es nuestro vecino perfecto ya que nos deja espiarle, experimentar con y en él, toquetear, carretear por su superficie… y no nos molesta, porque él no hace lo mismo. Marte es el planeta paciente que todo lo aguanta. Quizá por ello Marte siempre ha inspirado todo tipo de fantasías de vecindad.

Cuando Ray Bradbury escribió sus Crónicas Marcianas utilizó Marte para hablar de la Tierra y la Humanidad. Marte es un recurso para coger la distancia suficiente como para hablar de los temas que nos preocupan. Bradbury nos saca de nosotros mismos para coger perspectiva, para emplazarnos en un ojo alieno y tercero que escrute cuestiones que residen en la razón de ser más profunda del ser humano: la guerra, el racismo, el lugar en el universo. Quizá mediante este distanciamiento forzado narrativamente en Marte, el lector era capaz de mirar de frente a esos problemas.

¿Quién en estas circunstancias no sería capaz de hacerse marciano, aunque sólo fuera por un breve instante, para coger la altura y la distancia suficientes para entender y comprender mejor los problemas que le acechan? ¿Acaso Marte no es el refugio perfecto para imaginar algo nuevo desde el sano ejercicio de corregir los errores de lo viejo?

Pues bien, cuando hablo de cultura, con frecuencia me siento marciano. Quizá porque más que de cultura, de lo que hablo es de algo tan árido como de “gestión cultural” o de lo que hace tiempo denominé “creación cultural”. Quizá por eso, porque como muchos de los textos que salen de mi ordenador son “metaculturales”, es decir, hablan de la cultura de hacer cultura, adoptan ya de por si una distancia frente al hecho cultural, por no decir del artístico. Por tanto, entenderá el lector lo que quiero decir cuando afirmo que me siento marciano al hablar de cultura. Esa distancia es la que como en crónicas marcianas, con perspectiva, permite entender y comprender mejor algunos de los problemas culturales en los que nos hallamos inmersos. O al menos eso defiendo.

En la situación de emergencia permanente en la que parece que se ha instalado la cultura en los últimos años ha significado que las emociones monopolicen su gobernanza. Todos los involucrados argumentan razones para defenderse, para reivindicar su utilidad, su espacio, sus necesidades, en definitiva, su razón de ser. Pero las soluciones, si existen, a esa situación de emergencia permanente, pasan por enfriar esas emociones y por optar estratégicamente por unas u otras decisiones. Habrá costes, sin duda! Pero también habrá ganancias.

Por eso, echo de menos más marcianos aquí en Marte, que desde la distancia sepan diseñar las estrategias para convertir las debilidades en fortalezas y las amenazas en oportunidades.

Intervención en el programa de TV3 «Quan arribin els marcians» junto a Margarida Troguet y Lluís Bonet. Aquí el vídeo completo del programa.

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