(Breve análisis de gestión cultural en tiempos de crisis del coronavirus)
“Non flere, non lugere, sed intlligere” (No hay que llorar ni lamentarse, sino comprender) Spinoza
Vivimos días de aflicción y preocupación. Una vez más para todas las generaciones vivas, asistimos a un episodio en los que la Historia se acelera. La epidemia del coronavirus nos está confinando a una parte importante de la humanidad a nuestras casas e imponiendo cuarentenas y nuevos hábitos. Tan solo unas semanas atrás nuestro mundo, tal y como lo conocíamos, era bastante diferente al que vivimos hoy. Y ahora, de manera inesperada y paulatina, vamos asumiendo que este mundo va a ser pasado mañana otro, muy diferente, al que imaginábamos ayer.
En el ámbito de la cultura, como en muchos otros de la realidad social y económica, hablamos de una total pérdida del horizonte. Una incertidumbre invasiva y lacerante que nos sume en la pesadumbre, el miedo y la inmovilidad. Sin embargo, ese estado lo superaremos, tenemos la obligación moral de hacerlo, y cuando lo hagamos, nos tenemos que poner manos a la obra a reconstruir lo destrozado por este presente-pasado tan traumático, pero también dispuestos a seguir construyendo un futuro prometedor.
Cada uno de nosotros tiene sus propias responsabilidades públicas: ciudadanas, de consumo, como trabajador, como empresario, como responsable público, etc… Unas responsabilidades que queremos ejercer de la manera más acertada posible. En ese sentido, lo que aquí ofrezco, no es nada más que una serie de coordenadas que pueden ayudar a cartografiar una realidad. Y es conocido que los mapas, las cartografías, nos ayudan a orientarnos y a comprender el entorno físico en el que nos desenvolvemos. Pues bien, ese es el objetivo: no sucumbir entre los lamentos y contribuir a una mejor comprensión de nuestro entorno para acertar en nuestras decisiones.
Ocho coordenadas para una cartografía cultural propuesta:
- SOCIAL. Hay que tenerlo muy presente: la cultura puede ayudar, de manera muy evidente, a reconstituir el vínculo social y los sentimientos comunitarios dañados tras la epidemia y el confinamiento. ¿Qué es la cultura, sino prácticas culturales colectivas, valores compartidos y experiencias positivas sociales? Esta epidemia nos ha obligado a reducir al máximo nuestro carácter social, pero no hay que olvidar que, frente al confinamiento físico, que no social, siempre hay que contraponer la solidaridad social. Sobre esa base, es sobre la que la cultura ha de fundamentarse cuando al final del túnel veamos la luz.
- ECONÓMICA. Es probablemente la más visible de todas ellas y de la que todo el mundo habla porque condiciona la propia existencia y alcance de la cultura. Por tanto, sobre esta dimensión se necesitan enfoques, análisis, estudios, propuestas, sin lugar a dudas. Sin salud y músculo económico, la cultura se queda impedida, a-sensorial, incapacitada. En este sentido no hay que olvidar que el brutal recorte que las Administraciones Públicas hicieron en el gasto y la inversión en cultura durante los años más duros de la Gran Recesión, aún no lo habíamos recuperado en España cuando ha emergido este nuevo problema. Ya que las Administraciones Públicas siguen siendo el principal impulsor y promotor económico de la cultura en nuestro contexto, el objetivo no sólo debería ser evitar la posible reducción de ese gasto en los próximos meses y años, sino recuperarlo a niveles pre-crisis lo antes posible. Por no hablar de la inyección extraordinaria de dinero que, como en el conjunto de la economía, se necesita para superar la debacle económica en la que nos adentramos.
- LABORAL. El sector de la cultura tiene una realidad laboral algo diferenciada del resto de la estructura económica y social del país: está compuesto mayoritariamente de autónomos y micro-empresas. Veamos un par de datos de 2018:
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- El 30% del empleo cultural es auto-empleo (autónomos), frente al 16% del global del empleo nacional.
- De las empresas culturales, el 65% no tiene asalariados y el 28% son microempresas de 1 a 5 trabajadores. El resto, tan solo un 7%, son empresas de 6 o más trabajadores.
Estos datos son importantes para tener en cuenta sobre todo a la hora de plantear medidas de ayuda al tejido productivo y laboral de la cultura. Si se quiere conseguir un mayor alcance sectorial, hay que plantear medidas claras y contundentes para autónomos y microempresas.
- TECNOLÓGICA. No es un tema nuevo, pero es conveniente recordarlo en momentos disruptivos como este. Las crisis aceleran cambios, y muchos de éstos en cultura tienen que ver con la irrupción de la tecnología digital. Hay que estar atentos a cómo nuestras prácticas culturales pueden salir aún más cambiadas de la actual crisis. Los individuos y las familias durante nuestro confinamiento hemos incrementado el consumo de productos digitales. Esta industria cultural digital ha transformado la incertidumbre en ventaja. Estamos ante un momento en el cual pueden salir fortalecidas algunas industrias y muy debilitadas otras. ¿Qué papel han de jugar ahí las Administraciones Públicas? ¿Apoyar el ascenso de las emergente para consolidarlas y dejar languidecer a las obsoletas? ¿Reconvertir industrialmente? ¿Sostenerlas con recursos públicos? Esto merece un debate claro y transparente donde los lobbies organizados estén tan presentes como los sectores no organizados.
- SECTORIAL. En este sentido, el consumidor ya está haciendo sus elecciones. Las dinámicas de consumo cultural de los ciudadanos en los últimos años han cambiado, tal y como en otra ocasión he explicado, por lo que quizá se requiera otro enfoque sectorial diferente al que hasta ahora prima basado en diferenciaciones artísticas quizá algo obsoletas y ausencias clamorosas de otros subsectores dinámicos.
- EUROPEA. Nuestra cultura está cada vez más internacionalizada. No solo desde la óptica de intercambio de bienes y servicios sino en dinámicas de colaboración y de cooperación. Hay que asumir, en contraste con algunos discursos oficiales, que nuestro entorno natural es la Unión Europea, región del mundo a la que, en 2018 destinamos el 66% de nuestras exportaciones de bienes culturales. Y por ello ha de tener más peso en la acción política cultural. Eso pasa por fortalecer la estrategia en la UE mediante un aumento del presupuesto de la UE, incluso yendo más allá del 1,3% del PIB comunitario, e impulsando una mayor inversión en “cohesión y valores” incluidos en Arte y Cultura, del presupuesto comunitario que maneja la Comisión Europea.
Nuestro espacio moral es Europa, con los conciudadanos europeos compartimos valores y actitudes cruciales en todas y cada una de nuestras prácticas culturales y artísticas: la cooperación, la curiosidad, la libertad creativa, la excelencia, el respeto del patrimonio, la diversidad, etc… Muy útiles, para orientarnos colectivamente, en un mundo complejo como el que está conformándose estos días.
- ESTRATÉGICA. Desde el punto de vista más profesional, convendría alinear nuestro sector con valores y requisitos que la propia sociedad ha redefinido y reorientado en los últimos años. De esta manera, urge avanzar más concienzudamente en las fórmulas de participación y gobernanza de las instituciones públicas culturales, por ejemplo. Esto ayudaría a ampliar su base de legitimación y a reconstituir el vínculo entre políticas culturales y ciudadanía. Pero como éstos que he citado, hay otros valores y otras necesidades que han de ser valoradas e introducidas en la orientación estratégica de nuestra cultura.
- ADMINISTRATIVA. Hablando de las Administraciones Públicas quizá la salida de esta crisis y la flexibilización de procesos que la Admon se verá forzada a asumir ayuden a fundamentar la gestión pública sobre preceptos y cimientos más acomodados a la realidad y a las prácticas culturales y artísticas actuales. Calendarios, requisitos, procesos, personal, bases y criterios jurídicos, etc., todos requerirían, en mayor o menor medida, en función de la Admon que se trate, una decidida acción de actualización y sincronización con el sector cultural, a quien, en definitiva, administran.

Estas coordenadas quizá no son TODAS las que componen la problemática actual de la cultura, pero sí son todas importantes. Lo que aquí propongo, como decía al inicio, es una cartografía sobre la que orientarse en el momento en el que tengamos que ponernos a trabajar de nuevo, ya sea a reconstruir, ya sea a construir exnovo tras el shock del coronavirus. Es una cartografía útil para cualquier sentido de la navegación: el público como el privado, el institucional como el independiente… Porque una cosa es segura, la crisis sanitaria es grave y nos está conduciendo a situaciones inconcebibles y excepcionales, pero antes o después pasará. Y una vez que pase, una nueva “normalidad” se instaurará. Entonces, nos daremos de bruces con esa otra crisis incipiente: la económica. De esta última tipología de crisis ya conocemos muchas cosas como para saber lo que nos jugamos en ellas. Aquí mi humilde contribución para que, sin lloros ni lamentos, comprendamos mejor lo que nos está pasando.
Cierto David, bravo! Y para ejercer esas responsabilidades deberemos apelar a la ética y a la equidad.
Un abrazo.